Apple ha presentado hoy los resultados financieros de su tercer trimestre fiscal que muestran que la compañía está pasando un importante bache, aunque si se analiza la situación, se puede ver que el panorama de la compañía no es tan negativo como se está pintando en Wall Street, siempre que Tim Cook sea capaz de reaccionar a tiempo.
La “iPhone dependencia” pasa factura
A grandes rasgos, cualquiera puede ver que el principal problema de Apple es que se ralentiza el ritmo de ventas del iPhone, un producto del que depende demasiado ya que supone nada menos que el 57 por ciento de sus ingresos. Durante el trimestre, Apple ha vendido 40,4 millones de teléfonos, un 15 por ciento menos que el mismo trimestre del año pasado en el que consiguió vender 47,5 millones de unidades. Estaba claro que era muy difícil que Apple consiguiese repetir las cifras de ventas del iPhone 6, que estrenaba el esperado aumento de tamaño, con una evolución como han sido los iPhone 6s, aunque esto es algo que quizá no entendía el mercado el año pasado, cuando se celebraba un récord tras otro. Apple debe acostumbrarse a que el ritmo de renovación de terminales se va alargando por multitud de razones y, salvo cuando tenga una novedad verdaderamente rompedora (algo que no parece vaya a tener en los iPhone 7), las cifras se van a estabilizar o incluso a descender.
Además, Apple ha comprobado que sus usuarios no son inmunes ni mucho menos a los precios y, cuando las las operadoras dejan de de subvencionar los terminales, los consumidores alargan al menos una temporada más sus móviles u optan por modelos asequibles como el iPhone SE.
Y es que, de hecho, parece que una de las sorpresas para Apple esta temporada ha sido la buena acogida del iPhone SE, lo que la compañía achaca a que hay una gran parte del público que prefiere terminales más compactos; pero no debería olvidar que el éxito del iPhone SE se debe sobre todo a que es más económico. El impacto del iPhone SE ha hecho que el precio medio de los iPhone vendidos por Apple haya descendido de 662 dólares a 595, lo que también debería demostrar al fabricante que va a ser muy complicado mantener los elevadísimos márgenes que ha tenido hasta ahora en sus móviles (salvo, como decíamos, que tenga alguna novedad rompedora que haga que los usuarios vayan de nuevo en masa a pagar los entre 700 y 1.000 euros que cuestan sin subvención sus terminales.
Así, con los iPhone 7 a punto de presentarse (se esperan para mediados de septiembre como es costumbre), a lo máximo que puede aspirar Apple es a repetir las cifras de este 2016, lo que en sí no es mala noticia si eso le sirve para preparar una nueva generación que sea capaz de convencer a los que cada vez tardan más en renovar sus terminales y además convencerles de que se decanten por los modelos de gama más alta.
¿Aplicar la receta del iPad Pro al iPhone?
Y quizá, parece que lo último es imposible (convencer a los usuarios de que compren productos más caros), pero es algo que Apple es muy capaz de hacer como se ha visto con los iPad Pro.
Y es que las tabletas de Apple han vuelto a descender en cifra de unidades, pasando de los 10,9 millones del tercer trimestre de 2015 a 9,95 millones en este último; pero la compañía ha sabido ofrecer modelos más caros (los iPad Pro), y además con complementos como el puntero o los teclados que suponen buenos ingresos y márgenes extra. De este modo, con menos unidades vendidas (un 9 por ciento menos), la gama iPad ha vuelto a crecer en ingresos con un aumento de un 7 por ciento. Así, quizá Apple puede aplicar una receta similar con el rumoreado iPhone 7 Pro y conseguir que al menos una parte de los usuarios haga un mayor desembolso por un producto todavía más potente y, de paso, adquiera algunos de los accesorios que lo hagan todavía más útil para el profesional.
Los ordenadores, a falta de renovación y de un enfoque más práctico
En lo que respecta a los ordenadores, el cuadro es muy distinto: y es que Apple ha conseguido vender 4.252.000 Macintosh, lo que supone un descenso de un 11 por ciento en unidades y un 13 por ciento en ingresos frente a los 4.796.000 ordenadores que vendió el mismo trimestre del año anterior. Esta bajada, que podría pensarse se atribuye al descenso general de la demanda de ordenadores tradicionales, para cualquiera que conozca la trayectoria de los ordenadores de Apple tiene una lectura algo distinta. Y es que la compañía de la manzana ha descuidado como nunca su negocio tradicional y tiene algunas de sus gamas más carismáticas como los MacBook Pro que llevan sin actualizarse más de 400 días. Además, se espera el inminente lanzamiento de una nueva generación de estas máquinas lo que sin duda hace que muchos usuarios estén esperando a ver si de una vez llega esta nueva generación.
¿Maquinas cerradas e imposibles de actualizar?
Por otro lado, en este terreno, el de los ordenadores, Apple ha tomado algunas decisiones muy discutibles a la hora de configurar su máquinas como los MacBook de 12” que sólo cuentan con un puerto USB de tipo C y en general todas ellas se han deshecho de casi cualquier posibilidad de actualización posterior, ya sea para ampliar la RAM o sustituir el almacenamiento principal. Así, los únicos ordenadores mínimamente ampliables son los Mac Pro (algo evidente en este tipo de ordenador), los iMac (en los que puedes ampliar la RAM y, con mucha dificultad y riesgo, el almacenamiento principal) y los Mac Mini. Así, si tiene muchos conocidos que usan ordenadores de Apple verás como es habitual que los usuarios estiren al máximo sus modelos antiguos (y más actualizables) y se lo piensan mucho antes de adquirir uno de los nuevos modelos más cerrados.
En definitiva, si Apple es capaz de reorganizar y poner en limpio sus familias de ordenadores, la gran robustez y potencia de su sistema operativo (que llega además en otoño con un renovado macOS Sierra con el asistente Siri) éstas pueden vivir muchos días de gloria. Sin embargo, si Apple se sigue empeñando en vender máquinas cerradas imposibles de actualizar y a precios muy elevados (y cobrando precios fuera de mercado por las configuraciones con más memoria y almacenamiento), comprobará cómo sus usuarios estiran hasta el infinito sus máquinas antiguas y miran con envidia los precios y posibilidades que ofrecen los ordenadores PC. Eso por no hablar de los profesionales que dependen de aplicaciones que están disponibles para ambas plataformas y que pueden ver más rentable una máquina con Windows si promete una más fácil actualización.
Los servicios siguen creciendo, pero el Apple Watch no levanta cabeza
Por último, Apple ha descubierto que el segmento de servicios, en el que tiene negocios tan sólidos como la tienda de aplicaciones App Store (no olvidemos que Apple consigue jugosos royalties de todo lo que se vende a través suyo), o el más reciente Apple Music puede llegar a ser muy rentable (otros como Microsoft están descubriendo a la fuerza este giro hacia los servicios). Esta parte de su negocio ha crecido este trimestre hada menos que un 19 por ciento y es ya el 14 por ciento de los ingresos de la empresa (más que los iPad o los Mac), lo que hace que se entienda el gran impulso que la compañía está dando al desarrollo y la promoción de los creadores de apps. Y es que las buenas apps no sólo sirven para que los usuarios vean más interesantes los dispositivos de Apple sino que la compañía gana directamente dinero con todo lo que se vende en la App Store o a través de las compras integradas en las aplicaciones.
Por último, el segmento “otros” en el que están productos como el Apple Watch, han descendido un 16 por ciento, lo que evidencia que el reloj de Apple ha sido por el momento un estrepitoso fracaso, y no exactamente por culpa de Apple sino porque es una categoría de producto que no ha conseguido triunfar todavía (las cifras de IDC señalan que el Apple Watch es el reloj más vendido del mercado, pero el ritmo de ventas ha descendido hasta la mitad del año pasado y el número de unidades es tan bajo que Apple ni siquiera ha querido dar cifras un años después).
¿Tiene salvación el Apple Watch? Es difícil decirlo, porque es una categoría muy inmadura y que tecnológicamente todavía se enfrenta a barreras como la escasa autonomía o la necesaria vinculación al smartphone; pero hoy vemos ya muy posible que el reloj inteligente no sea el siguiente dispositivo que todo el mundo desee tener, como ha sido el smartphone, y se quede en un complemento para los más aficionados a la tecnología.
